Clotilde García Carriedo (1924 - 2015) - mi homenaje

(written in English)


Cuca en Bar Germán.

   Conocí a Cuca en agosto de 1970. Éramos un grupo variopinto que apenas hablaba español y cuando llegamos en varios coches al Bar Germán y nos presentamos con las palabras "espeleólogos ingles", debíamos parecer unos hippies salidos de En el camino. Pero Cuca era Cuca y nos acogió al instante. La comida apareció y la hospitalidad en forma líquida fue recibida con los brazos abiertos.
    Cuca se encargó de negociar nuestro campamento de El Cajigal, una pequeña arboleda que el pueblo utilizaba para varios fines. La Guardia Civil enseguida hizo acto de presencia para intentar movernos, pero Cuca les aplacó diciéndoles que éramos "gente muy simpática". Quizás fuera por nuestras serenatas noche tras noche, ¡aunque lo dudo porque manteníamos a la familia despierta hasta altas horas de la madrugada! Durante todos los años que hemos visitado el Bar Germán, una parte importante de la experiencia que es Matienzo se la debemos a la tolerancia de nuestros excesos por parte de Cuca y toda su familia.
    Fuimos a Matienzo varias veces durante los primeros años de la década de los 70. Aunque no fueron muy fructíferos en lo que a cuevas se refiere, Cuca y su familia siempre nos recibían bien. Tras un 1974 con buenos resultados, unos cuantos decidimos pasar seis meses en Matienzo. Llegamos en marzo de 1975 al bar. Hacía frío y llovía. Cuando dijimos que íbamos a acampar, Cuca se negó al instante, e insistió en que nos quedáramos en una casa vieja de su propiedad. Durante los siguientes meses sí que acampamos, pero nos ofrecían el bar como refugio cuando llovía. Los chicos nos sentábamos alrededor de una mesa con nuestro vino, y Cuca se llevaba a las chicas a la cocina donde les ofrecía bollos dulces, chocolates y copas de Cuarenta y Tres.
    Cuca era una cocinera excelente y de vez en cuando nos ofrecía clases de cocina. Fue ella quien me enseñó a preparar la tortilla española, ¡y esa misma receta ganó un concurso 40 años después! Nos regaló un libro de recetas españolas llamado Cocina Práctica que sigo usando hoy en día, ¡gracias, Cuca! Otra de sus especialidades era la leche frita, esa especie de crema cuajada, rebozada y frita, muy dulce, que encantaba a los niños. Cuca era siempre muy buena con todos los niños del pueblo y los dulces siempre hacían acto de presencia si alguna familia visitaba el bar.
    No cabe duda de que a Cuca la respetaban y conocían en toda la zona, una auténtica matriarca. Cuando en una rara ocasión descubrimos que algo había desaparecido de una de las tiendas de campaña del Cajigal, Cuca se puso manos a la obra y, gracias a sus conexiones en el pueblo, nos devolvió una navaja que un chico se había llevado, en solo 24 horas. Cuando quería, era una mujer que imponía.
    Cuando Hilly y Wendy la acompañaban a Ramales, se encontraban con una interrumpida sucesión de encuentros con conocidos, con presentación de las "inglesas" incluida, y normalmente terminaban en casa de su nuera Pili donde había más bollos y Licor 43.


Cuca con Rachel.

   Cada año que pasaba conocíamos mejor a esta familia española. En cada nueva visita al pueblo nos daban la bienvenida como si fuéramos parte de la familia, con abrazos y besos que formaban parte de un genuino "nos alegramos de veros, ¿qué tal la familia?". Cuando la visita llegaba a su fin Cuca se entristecía al vernos marchar, pero siempre nos despedía con paquetes de tortilla y un par de botellas de vino para el camino.
    Con el paso de los años el número de gente que visitaba esta región, tan increíble para la espeleología, creció muchísimo, así que ese toque personal puede que ya no fuese tan evidente, pero todos recordarán las comidas que Cuca preparaba en el pequeño salón y después en el restaurante, con la ayuda de su familia. Recuerdo con mucho cariño una ocasión en la que entró en el comedor para servir una comida que había preparado para unos quince. Aún llevaba puestos los rulos y al ver que yo iba a sacar una foto, le dio tanta vergüenza salir así que volvió a entrar corriendo en la cocina para arreglarse el pelo antes de volver con una sonrisa.
    Dicen que la paciencia es una virtud, y Cuca tenía de sobra. Seguro que no era fácil entender qué es lo que los ingleses querían decir. Recuerdo que Penny me contó como Cuca le había pedido que usase el nombre de la marca de los guisantes en lata al pedirlos, pues creía que para los ingleses sería muy difícil decir "guisantes". Otro compañero comentó que su español debía haber mejorado, pues "el año pasado pedí dos cervezas y me trajeron dos naranjas". ¡Ese año consiguió lo que quería! Pese a eso, Cuca respondía a todo ello con una sonrisa comprensiva, aceptando que los británicos nunca hablaríamos español bien.
    Con el paso de los años algunos de los espeleólogos que visitaban el pueblo formaron sus propias familias, algo de lo que Cuca se alegraba, al igual de que siguiéramos queriendo ir. Los cumpleaños de Jenny se celebraban en el comedor del bar, pues el 21 de agosto solía caer en fechas de expedición, y Carolina y la nieta de Cuca, Noelia, tenían la misma edad.
    Algunos de los espeleólogos compraron una casa en el pueblo, lo que, por supuesto, supuso visitas también el resto del año, no solo en verano. También implicó una mejora en su nivel de español. Penny y las dos Julie, entre otros, podían ya hablar con Cuca con más calma y durante más tiempo.
    Germán, el marido de Cuca, murió en 2004, algo que afectó a todas las familias, tanto españolas como inglesas. El restaurante y el bar estaban ya en manos de Pablo y Ana, mientras que Cuca asumía un papel más tranquilo, pero siempre la veíamos en cada visita, y siempre se interesaba por cómo crecían nuestros hijos. Una gran señora, amable y atenta. Siempre nos acordaremos de Cuca en el Bar Germán.

Lank Mills, noviembre 2015.
Traducción de Carolina Smith de la Fuente
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